29 de marzo de 2009

Domingo de Pregón

11.30 de la mañana. Domingo de Pregón. Y un año más, el dilema: ¿el pregón o a la calle? Y un año más, y van dos consecutivos, me lanzo por la segunda. Rodearse de cofrades nada amantes del atril es lo que tiene. El día acompaña a ratos, pero nada de abrir paraguas ni de pensar en las cuatro gotas que caen. Pa lanté, hay mucho por ver. Comienza la mañana en San Nicolás, primera parada. Muchos días sin ver la luz de mi Candelaria, aún de hebrea aunque eso sí, con la vista fijada en su ‘palio’, ya montado, y contando con los días para alumbrar a Sevilla con su elegancia.

Dice en el periódico, fiel guía en estos días de cuaresma, que cerquita de San Nicolás hay besamanos. Nos vamos para la Parroquia de San Isidoro. Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas nos espera, a nosotros y seguro que a todas y cada una de las mujeres que este año por primera vez lo podrán acompañar en su estación de penitencia. “Ya era hora”, pensará. Impecable la Parroquia, hacia tiempo que no entraba, repetiré pronto. Y de ahí al Salvador, dónde mejor lugar para citarse con nuevos ‘jartibles’. Nuestra Señora del Socorro ya está en su paso. Nos dicen por megafonía que el templo tiene que cerrar, visita rápida (habrá que volver) al resto de los titulares allí congregados y de nuevo a la calle. Parroquia de San Andrés. Impresionante. Perfecto. Inmejorable besapiés del Santísimo Cristo de la Caridad en su Traslado al Sepulcro. Hay cola, normal. Habrá que esperar, merece la pena. El Misterio ya está montado, observando a cada uno de los que nos arrodillamos a los pies del Señor.

Abandonamos la plaza para dirigirnos a la Iglesia de San Gregorio Magno y disfrutar un año más del besamanos y besapiés del Santo Entierro. Demasiado tarde. Son las 14.00 horas y justo están cerrando las puertas. Nos dicen que volverán a abrirse a las 17.00 horas. Calle Alfonso XII abajo y llegamos a la plaza del Museo. “Qué pequeña”, me susurran al entrar en la capilla. Pero qué orden para que todos los que allí nos congregábamos pudiéramos mostrar nuestros respeto al Santísimo Cristo de la Expiración y a María Santísima de las Aguas.


Un último paseo antes de llenar el estómago. Llegamos a la Magdalena. Hay besamanos en Montserrat pero nos topamos con la puerta cerrada. Parece que habrá que esperar a las 17.00 horas para proseguir nuestro recorrido. Aprovechamos para comer, un cafelito y al Patio de los Naranjos. Nuevos ‘jartibles’ nos esperan. Están más descansados pero las ganas son las mismas. San Pedro es nuestro próximo destino. Y es que si ayer pudimos disfrutar del Santísimo Cristo de Burgos en vía crucis por las calles de su feligresía, hoy era el turno para verlo en su rincón, a la penumbra, frente a frente. Besapiés y de frente la Madre de Dios en la Palma. “Uno de los mejores palios de la Semana Santa”, me dicen.

Doña María Coronel y ya estamos en Bustos Tavera para presentarnos ante Mª Santísima de la Piedad. Nos deleitamos del Antiguo Convento de la Paz, de su patio, de ese encanto que embriaga a cualquiera que traspase su portón de entrada. Precioso el altar y preciosa ella. Muy cerca, la Iglesia de los Terceros. “Vamos a pasarnos, que allí seguro que hay algún paso ya montado”. Sorpresa. El Señor de la Sagrada Cena está en besapiés. No aparecía en nuestro programa. Los caballos de Santa Catalina y la Virgen de las Lágrimas ya están en sus pasos. O lo que es lo mismo el misterio de la hermandad de la Exaltación, ya cuenta los días para el próximo Jueves Santo.

San Juan de la Palma es nuestra siguiente cita. No sé cómo, he pasado de apenas saber llegar a este rincón de Sevilla a visitarlo cada semana. Es la tercera vez en los últimos siete días que me presento frente ante Mª Santísima de la Amargura Coronada y San Juan Evangelista. Ya está en su palio. Sevilla lo sabe y eran muchos, muchísimos, los que hoy se congregaban para verla. A ella y a Nuestro Padre Jesús del Silencio, en besamanos.

19.00 horas. Los pies se resienten. Un último esfuerzo. Realmente merece la pena. Y así ha sido. Caminamos hasta la calle San Fernando para adentrarnos en la capilla de Los Estudiantes. Para quedarnos boquiabiertos ante el besapiés del Cristo de la Buena Muerte y ante Mª Santísima de la Angustia, en su palio. Nos encontramos al pregonero, a ese que horas antes había anunciado que ya estaba aquí, que llegaba nuestra Semana Grande.

Hoy me voy a dormir con olor a incienso en el pelo. Con el recuerdo en mis retinas de bellas imágenes, de encuentros con los de siempre, con los de cada año y con los de todo el año. Ya falta menos. Ya está aquí.


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