
Compartir un trabajo, una vida e incluso un día con esos ‘otros’ no es fácil. Es una batalla continua entre tu chip inteligente que te anima a que no te importen esos otros, y simplemente tu chip. El que me hace ser quisquillosa, cabezota y exigente. El que me hace desde doblar unas sábanas para que queden perfectas, o el que me hace desear que el conjunto entero de mi trabajo quede perfecto. Doblo las sábanas y no hay problemas. Pero no puedo luchar por la perfección cuando no depende sólo de mí. Ya es entonces cuando me conforme con el “bien”, el “perfecto” se convierte entonces en una utopía. Llega el conformismo, y entonces es cuando el “bien” pasa a “regular”, por no decir… Y si a ‘otros’ no importa, menos aún me debería importar a mí. Pero…
No hay comentarios:
Publicar un comentario