12 de febrero de 2009

Sí pero no

No me da igual, pero sí me da. Sí me debería dar pero no me da. Ya me lo dice a menudo alguien que bien me quiere. “No le des vueltas, no tiene sentido, no merece la pena”. Y en ese momento, lo juro, el chip inteligente de mi cabeza aparece como si por momentos hubiera estado plácidamente durmiendo, para que por minutos, a veces incluso por horas, deje de importarme. Y yo lo sé, no tiene sentido. Pero por más que lo sé, me importa pero no me importa que importe. Trae dolores de cabezas, enfados conmigo misma, con otros que no cumplen mis expectativas, con otros que no ven la perfección porque ni tan siquiera se molestan en buscarla, o al menos, en acercarse aunque sea de lejos a ella.

Compartir un trabajo, una vida e incluso un día con esos ‘otros’ no es fácil. Es una batalla continua entre tu chip inteligente que te anima a que no te importen esos otros, y simplemente tu chip. El que me hace ser quisquillosa, cabezota y exigente. El que me hace desde doblar unas sábanas para que queden perfectas, o el que me hace desear que el conjunto entero de mi trabajo quede perfecto. Doblo las sábanas y no hay problemas. Pero no puedo luchar por la perfección cuando no depende sólo de mí. Ya es entonces cuando me conforme con el “bien”, el “perfecto” se convierte entonces en una utopía. Llega el conformismo, y entonces es cuando el “bien” pasa a “regular”, por no decir… Y si a ‘otros’ no importa, menos aún me debería importar a mí. Pero…

No hay comentarios: