31 de julio de 2008

Señoras y caballeros

Hay ocasiones en las que una no sabe si sorprenderse, resignarse, indignarse, quejarse o simplemente aceptar. Relato a continuación una de estas ocasiones, ocurrida el pasado fin de semana en donde cada año, desde que tengo uso de razón, pasamos mi familia y una servidora los meses de verano… y algún que otro fin de semana de frío invierno, esos que a mi me encantan… Hablo de Chipiona, una localidad que a veces pienso que aún no se ha dado cuenta que hemos cambiado de siglo…

Pues bien, para matar el tiempo, y aprovechando que el ‘Pisuerga pasa por Valladolid’, o mejor dicho, que el equipo de mis amores, y dolores, pasaba por allí para disputar un amistoso contra el club local, decidimos ¿por qué no? asistir al partido. Hasta ahí, todo normal. Llegamos a taquilla y es entonces cuando mi pareja (inocente él…) pide sólo dos entradas, sin especificar nada más. Llega entonces la pregunta en cuestión del taquillero: “¿Para señoras o caballeros?”. Y entonces es cuando digo yo… “¿cómo?”. No había oído mal, nos preguntaba si queríamos las entradas para hombres o para mujeres. ¿Por qué? El precio. Los hombres pagaban 12 euros por presenciar el partido, mientras que para las féminas el precio era de 6 euros. Entonces es cuando yo pienso… “¿Ocuparemos tan sólo las mujeres medio asiento en las gradas? ¿Vitorearemos menos a nuestros equipos? ¿Tiraremos menos pipas al suelo mientras vemos a los 22 dándole pataditas al balón? ¿Pediremos menos autógrafos?”….

Porque, y dejando a un lado si me parecen precios razonables o no, teniendo en cuenta las condiciones en las que el partido se vería (ya conocía el campo), me parece increíble que estas situaciones se sigan dando. Me parece increíble que se hayan dado durante años pero que hoy, cuando cada mañana me levanto leyendo titulares de igualdad, de la incorporación de la mujer al trabajo, de permisos de paternidad, de compartir tareas del hogar, de miembros y miembras,… aún me indigno más. Y no entro ya, porque lo cierto es que últimamente piso pocas, en los bares de copas de noche en los que la mujer entra sin pasar por caja mientras los hombres sí, tratándonos a nosotras como anzuelos de cañas de pescar y a ellos como a peces que tienen que pescar para que suelten más dinerito en la barra.

Por cierto, que al final, indignada, me fui a la playa, nada de fútbol. Al fin y al cabo, y por el momento, por darte un bañito en el mar no cobran, ni a las señoras ni a los caballeros. Y en estos tiempos de recesión o de crisis, ya se sabe… hay que intentar gastar poquito…

1 comentario:

Híspalis dijo...

Impresionante relato. Si es que hay localidades que parece que no han pasado de siglo. Te felicito por no haber sacado las entradas, el partido, como ya sabes, de película de miedo.

Un beso. PD: Quita de una vez la verificación de palabra.